Ojos de gata

Fue en un pueblo con mar,
una noche después de un concierto.
Tú reinabas detrás
de la barra del único bar que vimos abierto.

Cántame una canción al oído,
te sirvo y no pagas.
Sólo canto si tú me demuestras
que es verde la luz de tus ojos de gata.

Loco porque me diera
la llave de su dormitorio,
esa noche canté
al piano del amanecer todo mi repertorio.

Con el "quiero beber"
el alcohol me acunó entre sus mantas.
Y soñé con sus ojos de gata,
pero no recordé que de mi algo esperaba.

Desperté con resaca y busqué,
pero allí ya no estaba.
Me dijeron que se mosqueó
porque me emborraché y la usé como almohada.

Comentó por ahí
que yo era un chaval ordinario.

Pero cómo explicar que me vuelvo vulgar
al bajarme de cada escenario.

Pero cómo explicar que me vuelvo vulgar
al bajarme de cada escenario.

Rutinas

Sonia ya ni se acordaba del día que empezó a cambiar todo. Habían desaparecido el contacto físico, un sencillo abrazo, los besos espontáneos. Se necesitaban los dedos de más de una mano para contar las veces que se había dormido llorando en su cama. De su relación sólo quedaban los resquicios que la rutina y la monotonía se habían encargado de conservar.

A pesar de ello, se aferraba cada día a lo reconfortante que era pasar un rato con ellos. Cada día podía conversar, reír, criticar, compartir secretos, y por qué no, olvidar por unas horas su otra vida. Además, Marta y Silvia se habían convertido en sus grandes confidentes, y nunca olvidará las palabras de Silvia aquel día en que decidió contarle sus más íntimas preocupaciones.

Desde ese día, Sonia decidió seguir sus consejos. Había decidido hacer algo al respecto. Aunque no estaba muy segura de la reacción de él, era lo único que le quedaba antes de la decisión inevitable: la dolorosa ruptura.


PD: Dedicado a E.S. por ser "mala" y contarme sus secretos y a R.M. por su apoyo.


"Todo el mundo sigue hablando y nadie está escuchando, sufrimientos que tragar mientras se sigue andando". (Rutinas de Chenoa).